martes, 26 de abril de 2011

VAMPIROS: ¡CHÚPAME LA VIDA!


A raíz de la anterior entrada tuve rondando por la cabeza a Gary Oldman durante días. Pensé que podía ser una señal, y  que podía ser divertido intentar transmitir lo que me ocupa cada vez que pienso en nuestros amados y temidos vampiros. 


“Hay muchas más pruebas para aceptar la existencia de los vampiros que la de Cristo” Jean-Jacques Rousseau, 1762.
Siento comenzar así, pero… ¡A quien no le apasione el mito del vampiro es porque no tiene NI IDEA de lo que dice! He escuchado frases “¡¿Cómo voy a creerme una historia tan absurda?!” “No leo nada que no sea real” Y otra de lo más elocuente: “Hablando con una chica comentó que ella solo leía sobre vampiros” Luego él y sus amigos rieron.
Me gustaría saber si estas mismas personas han leído “algo” sobre vampiros. O comprenden siquiera lo que representa, la metáfora que se pasea día a día entre nosotros. Puede que incluso uno de esos que lo rechazan sea un vampiro emocional. Feijoo, Rousseau, y más celebridades de los más variopintos estatus consideraron lo suficientemente interesante este tema como para estudiarlo. Según Voltaire, los auténticos vampiros no se contaban precisamente entre los muertos. Lean lo que escribe en sus Cuestiones sobre la Enciclopedia:
“Era en Polonia, en Hungría, en Silesia, en Moravia, en Austria, en Lorena, donde los muertos se daban estos banquetes. No se oía hablar de vampiros en Londres y menos en París. Confieso que en estas dos ciudades hubo agiotistas, usureros, gente de negocios, que chuparon a pleno día la sangre del pueblo, pero de ningún modo estaban muertos, aunque sí corrompidos. Esos verdaderos chupasangres no moraban en los cementerios, sino en palacios muy agradables.”

¿Amor entre humano y vampiro…?

En cuanto a la literatura, Romeo es un primerizo al lado de Drácula. ¿Alguien conoce una historia de amor más apasionada que la del Conde y Mina? Por amor, él vende su alma; por amor, la espera, ni muerto ni vivo, durante doscientos años; por amor, muere por ella. Por amor, ella acaba con su sufrimiento. Es una tragedia, como no podía ser de otro modo, como toda la que es capaz de traspasar la barrera de la muerte. Continúo la cita con Anne Rice. Adoro sus Crónicas Vampíricas (Entrevista con el vampiro) y su habilidad para dar vida a personajes redondos, complicados, desarrollados magistralmente. Una trama cuyos giros nunca anticipas, unas descripciones notables. ¿Quién no se enamoró del atormentado y melancólico Louis? ¿o del libertino y despiadadamente cínico Lestat? El romanticismo extrajo "La familia de Vurdalak"  a Alexei Tolstoi, un relato de terror que junto con “El vampiro” resultan de lo más inesperado. (Podría hablar de la cantidad infame de sagas surgidas de la nada sobre amores vampíricos, pero considero que han tergiversado tanto el mito que sería desvanecerme en aguas de estanque. Me gustan y me entretienen, me los he leído todos, pero no aportan sustancia al tema actual)


*Inciso: para leer mi propio relato "Mi amante vampiro", en la sección Érase una vez.

Aún así, yo me pregunto: ¿realmente querría un humano una relación con un vampiro?
Cadáver, colmillos, garras, sangre, noche y tumbas. Son palabras que definen el mito del vampiro. Otras palabras son manipulador, agresivo, encantador, obsceno y vicioso.
¿Conocen a alguien así?


El vampiro emocional…


Existen relaciones vampirescas por todas partes, uno que domina y el otro que se deja, un parásito que se alimenta de la vida del otro, un nudo que se fortalece por ambas voluntades. ¿Se comprendería mejor si lo asociara al Síndrome de Estocolmo? Tu captor te encierra y te alimenta. El vampiro te muerde - te maltrata - y luego te consuela.
Señores, no sean mulas, los vampiros se codean con nuestras rutinas. Si no lo creen, lean este breve fragmento que he elegido y que, a mi parecer, apoya claramente lo que les digo.

“Diana se incorporó y se abrazó contra mí. La solté.
—No tengo tiempo —murmuré.
… entre nosotras existía una ternura que la excitaba tanto como la frialdad que a veces mostraba hacia ella, y que invariablemente hacía que se le humedecieran los ojos.
Me aparté con suavidad de Diana, la cual me abrazó por la cintura. Sentí su delicioso peso apoyado en mí, su frente restregándose contra mi vientre, y le acaricié el pelo con la mano derecha. Noté que estaba temblan­do. Siempre se sentía celosa de los recién llegados. Te­nía los pechos ardiendo y su corazón latía acelerada­mente.
              —¿Me has echado de menos? —pregunté.
              —Muchísimo —contestó ella.
               —¿Te han hecho trabajar mucho? — Al partir dejé dicho que Diana podía trabajar. Era necesa­rio, pues de otro modo perdería facultades.
              —Sí —contestó Diana, con voz entrecortada. Le levanté el pelo del cogote. Estaba muy caliente.
Bebí otro trago de ginebra y me apresuré a exami­nar el resto de los expedientes mientras Diana me cu­bría de besos.
              —Estate quieta.”

Para quien el fragmento de “Hacia el edén” de Anne Rice no justifique mis palabras, les invito a visitar unos fragmentos de "Vampiros Emocionales" de Albert J. Bernstein. Es de lo más interesante. 


Desvela nuestros más íntimos secretos…


Años y años - más bien siglos y siglos, tan antiguo es el mito - han querido traducir sus peculiaridades en aquello que más nos fascina, lo que más tememos: Lo mórbido del cadáver, la fascinación por la inmortalidad, el deseo de dominar las mentes ajenas, trasgredir las normas, renunciar al yugo de cualquier dios.

“Así sería la encarnación del mal como entidad y una representación del lado salvaje del hombre o su atavismo bestial, latente en su sistema límbico y en conflicto permanente con las normas sociales y religiosas”  Vamos, que si no fuera por la educación que nos pule desde bebés, y el entorno de la sociedad, los valores morales… si no fuera por ese compendio de normas con las que hemos sido bombardeados desde niños, si se nos permitiera desarrollar ese vestigio instintivo, los deseos más bajos y primitivos,…  nuestro componente de bestia cogería las riendas. ¡A la porra con el Yo y el Super yo, sucumbamos al Ello y adoremos a Dionisios! ¿Seríamos más felices? Gobernaría la anarquía. Puede que la sociedad fuera más parecida a una manada de fieras. Pero tal vez así tuviera cabida la “selección natural” de Darwin. ¡Que reine el más fuerte!  (Ya avisé en el apartado “Bienvenidos” de mis fortuitas enajenaciones, por lo que ni voy a eliminar ni me voy a disculpar por este pequeño desvarío)

El vampiro se alimenta de otros. Satanás se alimenta de la debilidad del pecado. La serpiente se alimenta de la soberbia del hombre (por otro lado, que levante la mano quien rechazaría ser Dios si se lo ofrecieran) Pero no quiero desviarme. El vampiro contagia su demencia mediante la mordedura. El vampiro suele regresar del infierno con un plus, ya sea leer mentes, dominar tormentas, vincular lobos y otras bestias, ser el amo de mentes flojas… Perdió su alma en el intento, por eso no se refleja, no tiene sombra - aunque, ¿a quién le preocupa no tener sombra? -, cambia de forma y estado a voluntad. Es el amo de la noche, su medio natural es la oscuridad.

Desinhibido, sexual, lujurioso sin límites, buen amante que disfruta de las orgías de 
sangre y sexo.

Existe un dicho: Los chicos buenos van al cielo; los malos, a todas partes. Ahora imagina que eres Christian Slater y que a tu lado aparece Tom Cruise, libertino, eterno, un sádico sin escrúpulos, a salvo de remordimientos, bello, vicioso e irresistible. Te muerde, y te dice:

- Te voy a dar la ocasión de elegir que yo no tuve…



... ¿Qué elegirías?







martes, 19 de abril de 2011

Caperucita Roja ¿ a quién tienes miedo?

Ya han estrenado la ansiada película de Caperucita Roja ¿a quién tienes miedo? Y quería escribir unas breves líneas que parece que se me alargan por momentos. Eso es porque el resultado ha superado las expectativas. Ahora, quién estaba equivocada, si la historia que vi o la mente que la recibió y que ya iba cargada de prejuicios, es otra cuestión. Alguien me dijo “me ha decepcionado”. Yo he de confesar que la he disfrutado. Por eso quería hablar de ella, a pesar de no ser vástago de una novela. (Y aquí me veo obligada a hacer un inciso: cuentan que durante el rodaje del film contrataron a una escritora, Sarah Blakley-Cartwrigh, quien fue la que, a raíz de la película, escribió el libro. A mí la portada también me llama la atención, pero por lo que he escuchado, la novela no alcanza el nivel, por lo que no recomiendo la lectura, ¡Ojo! solo reseño la película) 

Argumento: Valerie (Amanda Seyfried) es una bella joven en una encrucijada por dos hombres. Está enamorada Peter (Shiloh Fernández), pero comprometida con Henry (Max Irons). Ante la perspectiva de separarse, Valerie y Peter están planeando fugarse juntos cuando se enteran de que la hermana mayor de Valerie ha sido asesinada por el hombre-lobo que vive en el oscuro bosque que rodea su población.
Durante años, la gente ha mantenido un complicado pacto con la bestia ofreciéndole un sacrificio animal cada mes. Pero a la luz de una luna sangrienta, el lobo ha decidido subir ese precio matando a un humano. Deseosos de venganza, los habitantes llaman a un famoso cazador de hombres-lobo, el Padre Solomon (Gary Oldman), para que les ayude a matar al animal. Pero la llegada de Solomon tiene consecuencias imprevistas. Cuando las sangrientas exigencias por el animal aumentan, Valerie comienza a sospechar que el hombre-lobo podría ser alguien a quien ella ama. 


La ambientación oscura y tenebrosa, ese pueblo perdido entre montañas nevadas, bosques, y la época  Medieval, me ha parecido un acierto. El aire gótico que tanto le gusta a la directora, Catherine Hardwicke - quien ya nos dio nuestra necesaria dosis con Crepúsculo - queda patente en cada escena. Antorchas, dagas, sacrificios, Dios en la iglesia, el demonio en los bosques y un Gary Oldman que se erige como la Santa Inquisición… me han metido de lleno en la aldea y en la época. Por otro lado, los guiños permanentes al cuento que me han resultado divertidísimos. ¿Sabéis que el cuento original de los Hermanos Grimm es más sangriento y encarnizado que Hannibal Lecter? Me resulta realmente curioso que en nuestro cuento de cuna el malvado lobo se comiera a la abuela y a Caperucita. Una vez dormido, un leñador le abrió en canal para dejar salir a las víctimas, insertando piedras en el interior del lobo como castigo. En esta aterradora y entrañable nueva versión hay caperuzas rojas, hay abuela, lobo... y piedras. En forma de sueño, Catherine hasta nos deleita con el momento cumbre con el que todo niño se olvida de respirar:

- Oh, abuela, ¡qué orejas tan grandes tienes!
- Para así, poder oírte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
- Para así, poder verte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué manos tan grandes tienes!
- Para así, poder cogerte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué boca tan grandes y tan horrible tienes!
- Para comerte mejor.

Hay lo justo de amor, hay lo justo de sangre, hay lo justo de sobrenatural. El inicio de la trama llega rápido, los personajes se van presentando poco a poco y en su justo momento. A mitad de película ya has acusado a la mitad de la aldea de ser el lobo. El final me ha satisfecho, porque no hay cabos sueltos, porque ha sabido explicar acontecimientos pasados, porque no ha necesitado parches para desenredar esos nudos en los que muchos directores se meten y de los que salen por los pelos. Y porque lo que más me ha gustado son esos personajes pasionales. Podría discutir más de una actuación, más de una escena que yo hubiera prolongado, que necesitaba ser bien moldeada, más pulida, y que se fue pronto para mi gusto. Me quedé con ganas de creérmelo más en ciertos momentos. Pero la sensación queda diluida con la segunda mitad de la película. 
Me ha encantado la actuación de Amanda Seyfried - ya me gustó en  Mamma Mía - y supe que no me decepcionaría. Valerie, nuestra Caperucita, parece que es la complaciente niña del cuento que pasea con una cesta por el campo. Solo que en esta ocasión, nuestra chica sabe sacar una venita sádica que le ronda de vez en cuando, no es tan querida en la aldea como parecía; y definitivamente, eso que lleva en la cestita no es miel. Cómo no, he disfrutado con Gary Oldman, mi eterno y amado Drácula - solo por verle valió la pena -. Le da el toque de dramatismo y calidad que necesitaba la película. Existen estereotipos, necesarios en toda historia, pero son bien caracterizados. Los personajes principales están bien desarrollados dentro de la trama y convincentemente interpretados por actores con pedigree. Todos son creíbles porque son emocionales, reaccionan a una motivación. Desde la amiga, hasta el malo, pasando por nuestros dos héroes, el chico y el otro, tienen sus motivos para actuar como lo hacen, y eso es algo que echo de menos en demasiadas películas actualmente. Y la música… ¡ay la música! Ya consiguió en su día Catherine Hardwicke que todas las adolescentes amaran el clásico de Debussy, Claro de Luna, así como Full Moon, de The Black Ghosts. Ahora nos deleita con sonidos tribales, punteados por una voz dramática y desesperada que podría asemejarse a… ¿aullidos de lobo?, coros lóbregos, que parecen salir del alma en pena de la película. Esta mujer sabe escoger las notas, adaptarlas e intrincar imagen y melodía de tal manera que estoy cien por cien 
segura de que ahí tenemos otro furor de banda sonora. Por si queréis escucharla

Cierto es que posee un sospechoso parecido con su ópera prima, Crepúsculo, misma voz en off, idénticos primeros planos - ¡y qué planos! -, exquisitamente rellenos por los tres protas. Si has hallado la cura, ¿por qué cambiarla? Los fans fueron a ver precisamente lo que encontraron. En cuanto a la historia, volvemos a encontrarnos con la adolescente dividida entre  dos amores, acosada por la obsesión del malo - o no tan malo - cuyo origen sobrenatural de hombre-lobo nos suena de algo, y  con quien comparte un insólito vínculo. Un pequeño matiz: tal vez los fans del amor romántico - aquel amor cortés tan meticuloso del Medievo que tan encantador nos pareció en Edward -, se queden con ganas de más. En cuanto a escenas calientes, Catherine salda la deuda con creces. He de admitir que aunque no comprendí muy bien a qué venía, me gustó el baile lésbico que se marca Valerie para dar celos a Peter, quien a su vez se está restregando con otra de la aldea…  

Por si acaso Caperucita Roja degenerara en un éxito, ha quedado bien atadita para ofrecer una segunda parte, aunque no me imagino en qué la basará esta vez. ¿Reformará el clásico de Blancanieves? ¿Nos deleitará introduciendo sus amados vampiros?
Un aparte: No puedo dejar esta entrada sin citar la simpática moraleja que, tras el cuento versionado, dejó  Charles Perrault para las jovencitas. Si es aplicable o no a nuestra época, será un juicio de cada uno.

MORALEJA

Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fiero.

Para quien tengas ganas de reírse un rato, dejo aquí el acceso a la versión anónima del cuento narrada desde el punto de vista del lobo. No tiene desperdicio.


Va de novela:


Para aquellos que os hayáis quedado decepcionados con lo que dije sobre la novela - cuya presencia en librerías alcanza ya el nivel de Crepúsculo, ¡increíble! -, os ofreceré una segunda alternativa no menos buena, más real, y también sobre Caperucita, de la mano de una española. Se llama Sofía Navarro, tiene 22 años y ha publicado con la editorial Educando. Es su segunda novela publicada, y ésta que aquí presento se llama El secreto de Caperucita Roja y está aún caliente del horno. Haciendo clic sobre el título accedéis al blog de la autora, muy recomendable. No lo he leído, por lo que prefiero no arriesgarme con una crítica, sin embargo tiene buena pinta. 





Alemania, año 2011. Un joven universitario se ve obligado a dejar temporalmente su carrera, sus amistades y todo lo que hasta ese momento ha conformado su ajetreada vida. Tras diagnosticársele una enfermedad mental, decide retirarse a un pequeño pueblo en las montañas para intentar frenar el avance del trastorno que comienza a despuntar. Allí descubrirá los placeres y los inconvenientes de la vida rural, así como a diversas personas relacionadas con sus antepasados y con la casa de su familia.
Tras romper casi por completo los vínculos con su vida anterior, conocerá a una muchacha a la que todos en el pueblo apodan Caperucita Roja, debido a su costumbre de pasear por los bosques ataviada con una capa de tal color. Imbuido en aquel ambiente, el joven no encontrará a seres mágicos, vampiros ni hombres lobo, sino que descubrirá algo mucho más real y muchísimo más peligroso. Algo tan terrible que nunca hubiera podido imaginar. Y es que en ocasiones, la realidad puede superar a la fantasía...
¿Y si la verdadera historia no fuera como nos la contaron cuando éramos niños...?